A veces, por muy buenas que sean nuestras intenciones y por muy intensos que sean nuestro trabajo y nuestra dedicación, todos corremos el riesgo de desviarnos del camino. Son esas ocasiones en las que los árboles no nos dejan ver el bosque y apartamos el foco de lo verdaderamente importante: las personas y las conexiones que establecemos con ellas. Por eso, es vital permanecer alerta y tomar conciencia lo antes posible de cualquier espacio para la mejora en la relación con los empleados. Hoy quiero plantear cuatro preguntas incómodas para una reflexión sincera.
1. ¿No escuchas con atención?
Cuando los miembros de un equipo se sienten identificados con el trabajo que realizan, con la compañía de la que forman parte, lo natural es que quieran aportar ideas para mejorar. Sin embargo, cada vez que una persona siente que no existe interés en escuchar su punto de vista, disminuyen las posibilidades de que vuelva a tomar la iniciativa de ofrecerlo. Así, poco a poco, pero de manera segura, comienza el descenso hacia la apatía y la desmotivación.
En varias ocasiones hemos hablado de la importancia crucial de la escucha activa para ejercer un liderazgo eficaz. Es una disciplina que es necesario entrenar, como cualquier otra; no se trata solo de permanecer en silencio mientras otra persona habla. Escuchar sin interrumpir es, por supuesto, un mínimo. Pero tomar la iniciativa de solicitar puntos de vista e ideas, trabajar en su implementación y buscar la manera de involucrar a los miembros del equipo en este proceso es lo que realmente hará que las personas sientan que su visión importa y que sus contribuciones se valoran.
2. ¿Ignoras sus peticiones de apoyo?
Esta segunda señal de alarma también puede ser producto de una capacidad de escucha poco desarrollada, o tal vez mermada temporalmente por las circunstancias. En cualquier caso, prestar atención y ser consciente de lo que cada persona necesita para desarrollar su trabajo de manera óptima y sin perjuicio para su bienestar es una de las responsabilidades principales de un líder. Y, por supuesto, también lo es responder a estas necesidades de manera eficaz.
Recursos o herramientas adicionales, formación en nuevas habilidades o actualización de conocimientos específicos, feedback sobre el trabajo realizado, flexibilidad, facilidades para la conciliación… Creo que, para muchas personas, y especialmente en el ámbito corporativo, tomar la decisión de pedir ayuda no es algo que se haga a la ligera. En el acto de pedir, nos hacemos vulnerables. Si la respuesta a esta vulnerabilidad es el silencio o la negación, la relación inevitablemente se resiente.
3. ¿No reconoces sus logros?
Una de las maneras más efectivas de acelerar la marcha de un empleado es hacerle sentir que los frutos de su esfuerzo no son apreciados. Parafraseando al gurú de la motivación Bob Nelson, puede que la gente acepte empleos por un salario más alto, pero, cuando los abandonan, a menudo es por otros en los que se reconoce más su labor.
A todos nos gusta sentir que el valor de aquello por lo que hemos trabajado es apreciado y reconocido. Cuando nos sentimos orgullosos de nuestros logros, nos genera gran satisfacción saber que otros lo aprecian también. Y no, no se trata de repartir palmaditas en la espalda para prevenir egos maltrechos. Me refiero a un reconocimiento sincero, afectivo, de persona a persona. Si este tipo de feedback no existe, mantener la motivación resulta cada vez más complicado.
4. ¿Piensas en ellos como recursos, no como personas?
Más de una vez he comentado que no me gusta demasiado la expresión “recursos humanos” y prefiero siempre hablar de personas, ya que creo que es muy importante usar los nombres apropiados. La decisión de referirnos a los trabajadores como “personas” o como algo que, por mucho que le pongamos el “apellido” de “humano”, la RAE define como “medio de cualquier clase que, en caso de necesidad, sirve para conseguir lo que se pretende”, ya da una idea a los empleados de lo que representan para su empresa.
Si llega el día en que dejas de pensar en tus empleados como personas y te descubres viéndolos como meros medios para lograr un fin, preocúpate. E inmediatamente después, (la preocupación, si se queda solo en eso, no sirve de nada), comienza a actuar para reconducir una situación que no beneficia a nadie y que amenaza la viabilidad de cualquier proyecto empresarial.
Demostrar cuánto importan a los que más importan
Los trabajadores de una empresa son el primer público de esta, sus primeros clientes. Si no somos capaces de valorar sus opiniones y sus logros, de apoyarlos y de pensar en ellos ante todo como seres humanos y no como medios para alcanzar un fin, difícilmente podremos sobrevivir, y no digamos ya prosperar. Sabemos que las personas se quedan allí donde sienten que importan, donde se saben valoradas y queridas. Hagámonos regularmente estas cuatro preguntas, por incómodas que nos resulten. De sus respuestas, y de cómo decidamos actuar al respecto, depende mucho más que la viabilidad de una empresa.
En Alares nos dedicamos desde 1999 al cuidado de las personas y sus familias, a aportarles los mejores servicios personales, cariño y atención, en cualquier rincón de la geografía española o portuguesa con personal de nuestra propia plantilla, y trabajamos con las empresas para que puedan utilizarlos para atraer y fidelizar emocionalmente a sus clientes y a sus empleados con servicios necesarios, hoy más que nunca, en su vida diaria personal y familiar.
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