El valor de formar parte de una comunidad

Algo que siempre he tenido muy claro es que lo peor del mundo es la soledad. Es terrible sentir que no puedes compartir con nadie tus problemas, tus dudas, las cuestiones que te inquietan. “Ningún hombre es una isla”, dice el famoso poema, pero en muchas ocasiones así nos sentimos, y a lo largo de mi vida me he esforzado en poner remedio a esta situación, tanto para mí como para todos aquellos a los que he podido alcanzar. Hoy me gustaría hablar del increíble valor de formar parte de una comunidad.

Empresas o personas, no somos islas

En varias ocasiones hemos hablado de cómo las empresas no son entes aislados de su entorno. Ninguna compañía opera en una burbuja al margen de la sociedad, sino que está íntimamente ligada a ella. Todo lo que hace afecta a la sociedad de la que forma parte, y viceversa. 

Por ello, solo cuando tomamos conciencia de esto podemos empezar a trabajar para tener un impacto positivo en la sociedad. Aceptar esta responsabilidad, ser sensibles a las necesidades, retos e inquietudes de todos nuestros públicos, es la única vía para que una empresa pueda prosperar.

Hablamos de empresas, sí, pero, al fin y al cabo, las empresas no son ni más ni menos que las personas que las forman. Y estas personas tampoco pueden desarrollar su verdadero potencial, ni profesional ni humano, desde la soledad. Saberse parte de una comunidad, poder contar con la experiencia, el apoyo o simplemente la comprensión de otras personas, y saber que ellas cuentan con los nuestros, nos cambia literalmente la vida.

La soledad de los líderes

Dentro de las empresas, tal vez las personas que más sufren esta soledad son aquellas que ocupan los puestos directivos de mayor responsabilidad. Muchas veces encuentran que su posición en el organigrama de la compañía les dificulta el poder compartir sus dudas o inquietudes con el resto de personas con las que trabajan. Se convierten entonces en islas, y su soledad en un obstáculo tanto para su crecimiento como personas como para el éxito del proyecto que lideran.

Consciente de este problema, en 1997 me uní a una comunidad que me ha aportado mucho más de lo que puedo explicar en unas breves líneas, y a la que me siento muy orgulloso de haber contribuido también. Se trata de YPO, una comunidad global de líderes fundada en 1950 y que cuenta hoy con más de 30.000 miembros en 142 países. Los miembros de YPO son CEO o primeros ejecutivos de empresas, seleccionados por el impacto de sus logros y el éxito de su liderazgo a una edad temprana. 

Se trata de una comunidad inclusiva basada en la confianza y el enriquecimiento mutuo, tanto personal como profesional, a través del intercambio de experiencias tan diversas como las personas que las aportan. Para mí, contar con este compromiso de apoyo mutuo ha sido fundamental durante todos estos años, y no solo en el terreno profesional, sino también en el personal y familiar.

Hoy estoy seguro de que, si me hubiera resignado a ser una isla, mi vida habría sido muy diferente. Por eso insisto tanto en el valor de la comunidad. Realmente es algo que no puede subestimarse.

Inspiración para un impacto positivo

Algo que todos los miembros de YPO tienen muy claro es que, como empresarios, como emprendedores y como directivos tenemos no solo la oportunidad sino también la obligación de mejorar el mundo en que vivimos. Una de las maneras más efectivas de inspirar el este cambio es compartir y dar visibilidad a iniciativas que han logrado un impacto positivo real en el mundo, y para ello se crearon los YPO Global Impact Awards.

Cada año, la organización celebra con estos premios la labor de aquellos miembros que están logrando un mayor impacto, significativo y sostenible, en la sociedad. Este año, he tenido el honor de haber sido el miembro galardonado por la región de Europa, por la iniciativa “Ilumina una vida”, el servicio de escucha activa de Alares para las personas mayores en soledad. Hasta la fecha, más de 45.000 personas han podido paliar su soledad gracias a este programa, y si he de quedarme con una cifra de entre todas las que han pasado por mis manos durante el último año, es sin duda esta.

Mejorar el mundo con las personas y para las personas

Sentir que estás acompañado, que estás construyendo algo positivo en compañía de otras personas, es la mejor sensación del mundo. Hagamos lo posible por no ser islas (ni las empresas, ni las personas), y toda la sociedad se beneficiará de ello.

En Alares nos dedicamos desde 1999 al cuidado de las personas y sus familias, a aportarles los mejores servicios personales, cariño y atención, en cualquier rincón de la geografía española o portuguesa  con personal de nuestra propia plantilla, y trabajamos con las empresas para que puedan utilizarlos para atraer y fidelizar emocionalmente a sus clientes y a sus empleados con servicios necesarios, hoy más que nunca, en su vida diaria personal y familiar.

En mi libro autobiográfico ¡Quédate conmigo! 20 claves para enamorar a tus clientes… ¡y que se queden contigo! he querido compartir las experiencias vitales y profesionales de varias décadas que me han ayudado a definir las claves para atraer y fidelizar clientes y empleados con éxito. Hoy todos tenéis la oportunidad para ponerlo en práctica, nunca ha sido mejor momento. Un libro solidario que puedes adquirir en este enlace, e incluso regalar a tus empleados y clientes. Te lo dedicaré personalmente. Y si quieres escuchar el audiolibro narrado por mí mismo, lo tienes gratis en el mismo enlace.

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