El síndrome de burnout o del trabajador quemado, reconocido por la OMS como enfermedad laboral, es hoy uno de los principales problemas de salud mental, que puede desembocar en consecuencias extremadamente serias para aquellos que lo sufren. La pandemia de COVID-19, con la incertidumbre y el estrés adicional que ha conllevado, así como la necesidad de adaptarse de manera inmediata a grandes cambios en las circunstancias vitales y laborales, ha aumentado la frecuencia de la aparición de este síndrome que para las empresas representa una de las principales causas de insatisfacción y alta rotación laboral. ¿Qué lo causa, cómo se manifiesta, y cómo podemos prevenirlo?
¿Qué es el síndrome de burnout?
Desde los años 70, cuando se introdujo por primera vez el concepto de burnout, ha habido varios intentos de precisar su definición. La más aceptada hoy se basa en una perspectiva tridimensional:
- Por un lado, aparece el agotamiento emocional, la sensación de haber llegado al límite, de no poder dar más de sí. Se manifiesta como cansancio o fatiga que puede ser física, mental o una combinación de las dos.
- Adicionalmente, se produce la despersonalización, un distanciamiento emocional de las personas con las que se establece relación en el entorno laboral. Aumenta la irritabilidad, aparecen actitudes cínicas y despectivas hacia clientes, compañeros o ambos.
- Por último, aparece un sentimiento de bajo logro o realización tanto de tipo personal como profesional. Cuando las exigencias superan la capacidad de la persona para atenderlas adecuadamente surge la desilusión, la motivación y la autoestima se desploman y con ellas el rendimiento laboral. Esta desesperanza y sensación de fracaso personal puede desembocar en absentismo, conductas de evitación y finalmente en el abandono completo de la profesión.
¿Cuáles son sus síntomas?
La lista de síntomas asociados al síndrome de burnout, tanto de carácter leve como moderado y grave, es muy extensa.
El cansancio o fatiga crónicos, con una dificultad cada vez mayor para levantarse por la mañana, es uno de los síntomas leves más comunes y que antes aparecen. La aparición de dolores de cabeza o musculares o de alergias, dificultades para conciliar el sueño o para mantenerlo son también frecuentes en las primeras fases del proceso.
La irritabilidad, el agotamiento emocional, la impaciencia o los sentimientos de impotencia pueden considerarse síntomas moderados. El sentimiento de culpa y de incompetencia por no ser capaces de desempeñar adecuadamente el trabajo que se exige de ellos conduce al aumento de la ansiedad y a la aparición de sentimientos de vacío.
En una fase avanzada del proceso aparecen síntomas graves como el absentismo, el abuso de alcohol u otras sustancias, la automedicación o la dificultad en el control de los impulsos.
Cómo prevenir la aparición del síndrome de burnout
1. Mantener una comunicación fluida
El equipo debe tener la seguridad de que puede comunicar abiertamente a sus superiores si su carga de trabajo es excesiva o las expectativas superan su capacidad real, ya sea por falta de tiempo, de formación o de las herramientas necesarias para llevar a cabo las tareas requeridas. Por otro lado, los líderes de equipo deben ser proactivos en solicitar este feedback, asegurándose de que los objetivos fijados son realistas y no generan situaciones de un estrés tal que resulte complicada su gestión.
2. Formar al equipo en técnicas para prevenir y gestionar el estrés laboral
Estas formaciones pueden estar adaptadas a las particularidades de distintos puestos en el organigrama de la empresa, pero deben incluir a toda la plantilla. El estrés no afecta exclusivamente a los directivos: cualquier persona que se sienta responsable de la calidad de su trabajo está expuesta a sufrir este problema, independientemente de su puesto.
3. Predicar con el ejemplo
Los líderes de un equipo deben dar la importancia necesaria a su propia salud física y mental, y reconocer hasta qué punto el rendimiento y la productividad están estrechamente vinculados al bienestar de la persona. Un líder que no se cuida a sí mismo difícilmente podrá ayudar a su equipo a cuidarse. Es importante ser capaces de modelar los comportamientos y actitudes que se desea promover en la organización.
4. Fomentar la flexibilidad
Otorgar a las personas un mayor control sobre los momentos y lugares en los que desempeñan su trabajo contribuye a facilitar la gestión del estrés y a una mayor satisfacción laboral que se traduce en una mejora del rendimiento. Una mayor flexibilidad laboral facilita la conciliación de la vida profesional y personal, mejorando el bienestar general de la persona.
5. Mostrar aprecio por las personas cuidando de su bienestar
Un trabajador es mucho más que un engranaje en el mecanismo de una organización. Es una persona que, como todas las demás, quiere que la quieran. Para poder demostrar este aprecio debemos ser capaces de escuchar y reconocer sus necesidades y los anhelos, y mejorar así su bienestar de la manera más adecuada a sus circunstancias. Ofrecer planes de conciliación de la vida personal y laboral, así como servicios que mejoren el bienestar y la salud de la plantilla es una manera eficaz de evitar la peligrosa pendiente del burnout.
La salud siempre como prioridad
Como hemos visto, el síndrome de burnout no aparece de manera súbita, sino que se trata de un proceso continuo y gradual de respuesta al estrés laboral crónico, que se va agravando progresivamente. Por ello, es vital estar alerta para detectar sus síntomas lo antes posible y tomar las medidas necesarias para revertirlo y evitarlo. La salud de una organización está irreversiblemente vinculada a la salud de las personas que la componen. Hagámosla nuestra prioridad y todos saldremos ganando.
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