Hace años que me había planteado hacer el Camino de Santiago con los amigos, pero hacerlo en bicicleta porque, tras mi grave accidente de coche en el año 1997, mis piernas no quedaron en las mejores condiciones para ello, y, además, siempre me ha gustado este deporte. Hoy creo que estoy en el mejor momento para hacerlo, recorrerlo y meditarlo.
El camino de Santiago lo veo yo como un camino de autoconocimiento. Esta es una de las razones por las que emprendo el Camino de Santiago, porque cada uno de nosotros se enfrenta a periodos, a nuevas etapas en su vida, en los que se hace un sinfín de preguntas que no siempre son fáciles de responder.
Emprender un camino de escucha y autoaceptación, aunque sea largo y emocionalmente intenso, puede ser el primer paso para encontrarse con uno mismo. Y esto es lo que ofrece el Camino de Santiago: un alejamiento temporal del entorno habitual, la posibilidad de dedicarte a ti mismo un periodo de introspección que puede ayudarte a reflexionar sobre lo que está pasando y a aclarar las emociones que se sienten.
De hecho, lo que he vivido del Camino, es que está impregnado de una atmósfera que induce a la meditación y al recogimiento. Además, los largos tramos de «soledad», aunque bien acompañado de grandes amigos, son ciertamente ideales para ahondar en el alma y planificar un nuevo comienzo. Un nuevo comienzo con el partido político que me he empeñado en lanzar como alternativa política en España, Futuro. Un partido donde la Persona, con mayúsculas, está en el centro de todas las acciones a desarrollar, donde la creencia en el valor y respeto a la diversidad humana en el sentido más amplio es la clave de nuestro desarrollo y felicidad.
A lo largo del Camino tengo la oportunidad de hablar con mis compañeros, con diferentes puntos de vista y experiencias, y esta confrontación me abre nuevas puertas y me da nuevas formas de afrontar mis preocupaciones.
A veces, sin darnos cuenta, nos quedamos atrapados en un problema sin encontrar soluciones, cuando hubiera bastado con mirarlo desde otra perspectiva. El diálogo es una parte integral de la experiencia del Camino y, al alternarlo con momentos de soledad, me permite completar el viaje interior que sentía que necesitabas y que me ha impulsado a emprender esta aventura.
Y dejo fluir los pensamientos. Son pensamientos que van y vienen, sencillos, sin demasiada intensidad, ni persistencia. Los dejo ir, no permito que me alteren el camino iniciado en Roncesvalles y hasta León, casi 600 Kms, en esta primera temporada. Me concentro en el paisaje, dejo mi memoria, en paz. Tengo el corazón tranquilo. Y continúo.
Este es un camino de crecimiento, como un niño que es acompañado por brazos amorosos hacia un destino que lo hará convertirse en adulto. Y es lo que estoy haciendo estos días pensando en #Futuro, el partido político que he fundado y con el que me he comprometido en lanzar para conseguir una sociedad y una España mejor, en paz y de prosperidad. Meditar, reflexionar, madurar. Inimitable es el ambiente de altruismo y convivencia pacífica, las sonrisas, las lágrimas, la tenacidad, y la realización de lo bueno de la humanidad.
Y entre toda esa humanidad, me he sentido acompañado por amigos de toda la vida. Algunos, integrantes deFuturo, como Pedro Sanz, otros amigos de varias décadas, como Alfredo Martínez. Me había comprometido a hacerlo con amigos del alma, de esos que te esperan si tienes dificultades; de los que les duelen mis caídas.
Ha sido una travesía difícil para alguien como yo que no practica el ciclismo de montaña profesionalmente y, sin embargo, disfruta de la bicicleta. Más de 70 kilómetros diarios comenzando en Navarra y con paradas en Logroño, Puente de la Reina, Santo Domingo de la Calzada, Burgos…
Este es un país increíblemente bello. Cuánto sirve aprender a respirar, a pararse, a acelerar, a disfrutar del camino. Es una lección también válida para el proyecto de #Futuro. Todos los nuevos caminos son un reto. Lo peor fueron las bajadas. Algunas son tan pindias y escabrosas, que me ha tocó bajar y cargar con la bicicletao empujarla cuesta arriba por terrenos imposibles de pedalear. Pesa. Comparto con vosotros también este camino interior, para cargarme de energía, para seguir adelante. Para construir es clave este impulso.
En mitad de tantas dificultades, encontré este respiro interior, pedaleando sin parar, me pregunté de dónde vengo y adónde voy. Es la pregunta eterna, la de siempre. Todos los caminos cuestan, pero acompañado, resulta más ameno, llevadero, inolvidable. Estoy hecho para compartir, para disfrutar en compañía.
Una de las lecciones que estoy aprendí en el Camino de Santiago es la de contentarse con lo que se tiene: rápidamente te das cuenta de que todo lo que necesitas está contenido en una mochila y que muchos de los adornos de la vida cotidiana son superfluos. Tantas cargas que uno lleva en el corazón, tantos objetos, rituales y tradiciones que uno considera fundamentales, serán de repente inútiles y podrán dejarse de lado.
Otras de las cosas que voy aprendiendo es que pedalear te desconecta de las cosas superficiales, te enseña el desprendimiento. Solo tienes una bicicleta de la que preocuparte, esa es la verdadera libertad. Estás en el aquí y ahora. Y luego con los otros peregrinos se llega rápidamente a lo básico. Las conversaciones son intensas, independientemente de la religión, el estatus social o la nacionalidad. Vas más allá de las apariencias, todos nos volvemos iguales en el Camino de Santiago.
Y tengo la certeza de que el viaje no terminará una vez que llegue a mi destino final en la ciudad del Santo: el Camino es solamente el comienzo de mi viaje y una nueva etapa comenzará cuando regrese a casa.
Os seguiré contando…