La vida son momentos

De izquierda a derecha: Ángel Macías Salvador, Adela Martín y Javier Benavente Barrón

Me ha gustado presentar mi libro este lunes en el Museo Etnográfico de Castilla y León, en Zamora, y tener la oportunidad de encontrarme con amigos de juventud, y con personas ilusionadas que sienten o comparten la inquietud de emprender en el mundo profesional. Me siento agradecido. En especial a Ángel Macías Salvador, presidente del Círculo de Autónomos y emprendedores de mi tierra, Castilla y León, a Ruth Ruiz Fernández, por su gran colaboración para organizar este acto; a Cipri Quintas, amigo incondicional, y a mi editora y su editorial Medialuna, Mercedes Pescador. Hicimos un viaje relámpago desde Madrid y volvimos muy contentos.

Adela Martín, pura fortaleza

Me traje anécdotas y preguntas, mensajes de fortaleza muy inspiradores, como el de Adela Martín, que aparece en la foto, en silla de ruedas, diciéndonos que sí se pueden superar las barreras, los obstáculos y los traumas; asegurándonos a todos los presentes que en eso consiste la vida: en resistir, seguir, caminar a pesar de todo y mirar hacia adelante. La vida son momentos así, disfrutando y compartiendo con amigos, a pesar de todos los obstáculos.

Soy hombre de compartir; y lo cierto es que siempre prefiero la compañía a la soledad. Todo lo aprendido ha sido gracias a escuchar y compartir vida con otras vidas. Lo que he construido en mis empresas ha sido gracias al talento y a la colaboración de las personas con las que he ido contando por el camino. Lo dije en la presentación: no soy nada sin mi equipo y si tengo una habilidad es la que hacer equipos, emborrachar a personas con proyectos empresariales o sociales que pueden mejorar el mundo. 

Recuerdos de infancia luchando por una herencia

En Zamora conté mis recuerdos más íntimos, los de mi infancia con mi madre, en mi tierra, en Vega de Tera. Relaté las palabras que se me quedaron grabadas en el corazón sin apenas ser yo consciente, los mensajes de mi madre, Paca: “Hijo, trata a todo el mundo por igual; hijo, haz siempre todo lo que puedas por ayudar”. 

Compartí también con los presentes, ya lectores de mi libro, cuánto me impresionó, siendo yo un niño de apenas seis años, la batalla de mis tíos y de la familia política de mi madre por conseguir (en mi presencia, ante un juez) la herencia que me correspondía de mi padre fallecido. Conté lo mucho que me impactó aquella resistencia y aquella lucha y cómo aprendí la lección de que, a veces, toca pelear por lo que es justo o corresponde. Quería desde entonces ser grande, construir, tener, pero siempre con un objetivo social, transformador y humanista.

No siempre las cosas son sencillas, pero si de algo puedo presumir es de mi perseverancia, de mi fortaleza para no rendirme y pelear por lo que quiero y deseo con todas mis fuerzas. Creo que esta es la clave y la diferencia entre el éxito y el fracaso: mi insistencia. Soy muy cabezota.

De esto hablé en Zamora la tarde de la presentación del libro y me parece mentira, porque en el fondo me gusta poco hablar de mí mismo y prefiero escuchar. Me gustó compartir, firmar dedicatorias a hijos, hermanos y amigos de los presentes que no pudieron asistir y están pensando en montar su propio negocio o tienen una idea que les ronda en la cabeza y están a un paso de atreverse. ¡Adelante con vuestros sueños!

Confesé que, lo mío, es también una pequeña dosis de ignorancia. Y creo que les entretuvo la anécdota del metro: Cuando llegué a Madrid por primera vez y cogí el metro no estaba seguro de cómo podía llegar a un a estación contraria… Y estuve a punto de cruzarme las vías del tren. ¡Ignorante de mí!

Sigo con esa misma sensación: a menudo deseo ir directo a un lugar, rápido, impetuoso, y en muchas ocasiones no sé cómo hacerlo, pero me centro en el destino, en el objetivo, y visualizo la meta. Esto siempre me ha ayudado en mi vida personal y en la profesional. Y he querido compartirlo en este libro que tantas satisfacciones me está dado.

Me siento agradecido, a la vida, a las personas que me acompañan, a todos los que estuvieron presentes la tarde del lunes en Zamora. Fue un viaja relámpago, pero intenso, lleno de emociones y de momentos que me ayudan y me animan a seguir avanzando.

¿Y qué hay de Futuro? Me preguntaron durante la presentación. Dejé claro que emprender ha sido y es mi destino. Y que siempre lo he hecho siguiendo los mensajes que se me quedaron grabados en el corazón, intentando hacer el bien, mejorar el mundo, construir una sociedad más justa y humana. En ello estoy, gracias, Adela Martín, por inspirarme. 

Una política por la vida, contra los suicidios de nuestros jóvenes

Me alarma la tristeza y depresión que sufren tantos jóvenes en España. Los casos de intento de suicidio se han triplicado, especialmente entre chicas menores de 25 años. El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte en los jóvenes españoles. El Colegio Oficial de la Psicología de Madrid alerta de que las tentativas de suicidio y autolesión en población infantil y juvenil han aumentado un 250 % a causa de la pandemia y la falta de perspectivas de futuro.

Detrás de los datos terribles que hablan de una España que se enferma hay desatención pública, maltrato intrafamiliar, ausencia de programas de salud mental para jóvenes y medidas eficaces para combatir la pérdida de tantas vidas jóvenes. 

La política sirve para combatir estos vacíos asistenciales. La política, cuando se proyecta en beneficio de las personas y tiene verdaderamente un fin social, de mejora de la calidad de vida, es la vía también para salvar vidas. La vía o el medio para combatir la tristeza, la falta de educación, el exceso de violencia, la miseria y la pobreza, que en muchos casos empuja a la muerte.

Desde hace años formo parte activa del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia, donde se integran asociaciones que trabajan por mejorar la calidad de vida y la salud física y mental de personas y familias. Hemos puesto este asunto, el suicidio en los jóvenes, sobre la mesa y nos preocupa sobremanera esta lacra en una sociedad en la que se genera tanto sufrimiento. ¿Cómo resolver este problema? ¿Cómo salvar vidas? Hace falta un Plan integral, en el que expertos y afectados puedan trabajar con la administración pública para dotar de recursos y soluciones terapéuticas. 

Visibilidad, soluciones

Como casi siempre, para hallar soluciones, toca conocer el problema en toda su dimensión. Y ser conscientes de su impacto. Conviene dar visibilidad e información a un asunto de salud pública tan relevante. Recomiendo ver todos, pero muy especialmente el capítulo 7 de Edurne Pasaban en la serie documental rodada y dirigida por Miguel Ángel Tobías, @El Camino interior, recientemente estrenada en Movistar Plus TV. Su testimonio es realmente impresionante. También han empezado a emitir esta serie documental los sábados en TV2 a las 11:30 h de la mañana, que tras su emisión los puedes ver también en abierto, cada semana un capítulo y a la carta, en RTVE Play. Conviene conocer esta y otras muchas experiencias similares de personas que pudieron sobrevivir a la depresión y otras situaciones realmente críticas, para dar pistas de cómo afrontar las soluciones y terapias. Edurne Pasaban es valiente, exitosa, joven, aparentemente lo tiene todo y cuenta en esta serie cómo llega a “tocar fondo hasta querer quitarme la vida”. Afortunadamente ella pudo hacer algo que no siempre resulta sencillo ni viable, pedir ayuda, contar con la asistencia de una familia que, sin saber de ello, la tendió la mano y supo buscarle el apoyo que necesitaba. No siempre es así, especialmente en los servicios públicos.  La administración pública, las autonomías, los centros de salud, los hospitales, deben contar con suficientes recursos para hacer frente a este problema, en especial para aquellos casos en los que no siempre los jóvenes se encuentran con un apoyo familiar suficiente o no tienen recursos para ser atendidos en el sector privado. El sector público debe contar con tratamientos especializados suficientes para ello, y darlo a conocer entre la población de forma masiva.

En Futuro queremos una asistencia sanitaria pública y tratamientos especializados suficientes que fomenten la atención a personas en riesgo, con discapacidad y a personas con depresión o en situaciones especiales que precisen de atención profesional. Queremos un país sano, alegre, con Futuro. 

¡Benditos abuelos! que mantienen y ayudan a millones de familias. Un auténtico bienestar colectivo complementario

La creación del Día Mundial de los Abuelos fue una de las más importantes medidas aprobadas en el III Congreso Nacional de Organizaciones de Mayores, que se clausuró en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Madrid el 17 de noviembre de 1997. ¡Enhorabuena!

Próximos a esta fecha, he querido hacer una reflexión sobre los “Benditos abuelos”, las “Benditas personas mayores”, que están a nuestro lado dándonos un bienestar colectivo complementario.

Benditos abuelos. Siempre queridos por sus nietos, mimados e incluso consentidos; dispuestos, como si fueran soldados, a sustituir a sus hijos en el cuidado de los nietos. Pero bendecidos por partida doble, ya que los abuelos, en silencio y sin esperar siquiera un agradecimiento, han sido capaces, como tantas hormigas trabajando, de construir un bienestar colectivo. Con sus bolsillos. Unos pocos ahorros, una pensión, una pequeña renta vitalicia: siempre a disposición de hijos y nietos, por encima de lo que ellos mismos pudieran necesitar.

En España somos de los más afortunados en el mundo. Nuestra edad media de vida es de las más largas del planeta, solo superados por Japón. 

Los ancianos son una parte muy importante de nuestra población, cada vez más. Y eso nos debe hacer repensar el modelo actual económico y social. Viendo en ello una gran oportunidad económica y de bienestar, y no una amenaza como algunos quieren ver cuando hablan de la sostenibilidad del sistema o del actual Estado del Bienestar. Y cada vez tendremos más personas mayores. También porque cada vez tendremos más, y todos, en todas las familias: actualmente en España hay 9,3 millones de personas mayores de 65 años. 

Los datos demuestran que el cambio demográfico es un hecho que no ha frenado la pandemia. Según la proyección del INE, en 2068 España podría albergar a más de 14 millones de personas mayores, lo que representaría el 30% de la población total. Será durante las décadas de los 30 y 40 del presente siglo cuando se registrarían los mayores incrementos, con la llegada a la vejez de todos los nacidos durante el baby boom. En paralelo, esta generación empezará a jubilarse a partir de 2024, cuando la presión sobre el sistema de pensiones y sobre los sistemas de protección social en general empezará a aumentar exponencialmente.

La población de la UE está envejeciendo y esto se puede ver a través de diferentes indicadores estadísticos como la evolución de la proporción de la población mayor, la tasa de dependencia de la tercera edad y la edad media, por poner algunos ejemplos. En primer lugar, la evolución de la proporción de personas mayores en la población: en 2020, el 21 % de la población tenía 65 años o más, frente al 16 % en 2001, lo que supone un aumento de 5 puntos porcentuales (p.p.). Si nos fijamos más concretamente en el grupo de 80 años o más, su cuota era de casi el 6 % en 2020, mientras que en 2001 era del 3,4 %, lo que significa que se ha prácticamente duplicado durante este periodo. Por otro lado, la proporción de jóvenes (de 0 a 19 años) en la UE era del 20 % en 2020, lo que supone un descenso de 3 puntos porcentuales respecto al 23 % de 2001.

La larga oleada de personas mayores, de una sociedad que envejece y se prolonga debemos verla como una oportunidad como sociedad, y no como una amenaza, pero ello implica una actualización radical y de estrategia como país, y revisión de los instrumentos de protección social. Las personas mayores, visto desde el ángulo económico o como la nueva Silver Economy, es una oportunidad de transformación, de nueva economía generadora de nuevos negocios, empleo y bienestar. Solo hay que mirarlo con un prisma no de gasto sino de inversión en las personas mayores como fuente generadora de empleo, bienestar social y riqueza.

Pero sin ir a esa visión de futuro, sino quedándonos en nuestra actual realidad, es imprescindible ampliar la mirada sobre lo mucho que los abuelos aportan a la sociedad, a las familias, a nuestra vida cotidiana. Sobre lo esenciales que se han vuelto. Un valor que muchos han redescubierto lamentablemente en los días de la tragedia del coronavirus. 

Los abuelos están volviendo a ser abuelos, dando también una gran lección cívica a la generación más joven. Mientras varios gobiernos siguen haciendo leyes vacías de servicios, reales, tangibles y concretos, que ayuden de verdad a las familias, los abuelos están en el campo: el 80% de ellos cuidan de sus nietos hasta los 13 años. Y mientras tanto, siempre son ellos, los abuelos, a los que encontramos, como jubilados, pintando escuelas donde habían trabajado, recogiendo colillas en la playa, acompañando a los niños cuando tienen que cruzar la calle después del colegio. Ayudar a otros abuelos, los que no son autosuficientes. Estas razones bastarían por sí solas, a las que, sin embargo, hay que añadir el enorme amor que desprende un abuelo o una abuela, para que no solo nos acordemos de ellos cuando tengamos que pedir dinero o ayuda en la familia.

¡Que vivan los abuelos si son muy viejos, poco brillantes, y se han convertido en niños de nuevo! Nos acompañan en el universo de la memoria y en las profundidades de la vida auténtica, nos hacen sentir útiles, capaces de dar todo a cambio de nada. Y mientras nos piden que no les abandonemos en la soledad cuando ya no se valgan por si mismos, nos dan compañía y calor. Siempre están ahí.

Si, hoy los abuelos son imprescindibles para sostener los equilibrios familiares. Son el principal apoyo para la igualdad entre hombres y mujeres, el principal soporte para poder conciliar la vida familiar y laboral, por encima de las leyes vacías de realidad que tenemos sobre la materia. 

En silencio, nuestros abuelos, casi reconociendo la importancia estratégica de su papel, se han convertido en un eje del estado de bienestar paralelo, aquel que se desarrolla en nuestras familias, sin ninguna ayuda de lo público. Las cifras hablan por sí mismas. Hay un millón de abuelos que actúan como cuidadores, atendiendo a otras personas mayores del hogar que de otro modo quedarían abandonadas, y 3,2 millones que cuidan de sus nietos mientras ambos padres trabajan. Pero lo más llamativo es el apoyo financiero. En la práctica, 1,5 millones de abuelos ayudan regularmente y 5,5 millones ocasionalmente a sus hijos y nietos económicamente. Hacen asistencia indirecta, y hay unos 7 millones en total. Y una de cada tres familias ahorra su presupuesto gracias a ellos.

Pero, ¿cómo debemos tratar a los abuelos cuando se vuelven difíciles, cuando están cabreados porque les cuesta reconocer que son ancianos? El consejo es el de utilizar la paciencia y la compasión, de preguntar en lugar de ordenar, de escuchar, escuchar y escuchar.

Dejémosles disfrutar de sus extraordinarias historias escuchándolos. Y recordemos las palabras del Papa Francisco: «La vejez es la sede de la sabiduría de la vida». De sabiduría, pero también de ayuda concreta e insustituible a las nuevas generaciones.

¡VIVAN LOS ABUELOS! Gracias, abuelos.

Mesas redondas en la Fundación Martínez Hermanos en Lanzarote

Los pasados días del 27 al 30 de junio fui a Lanzarote para participar de unos eventos y mesas redondas en la Fundación Martínez Hermanos, que es una fundación que trabaja por la dignidad de las personas de Guinea Ecuatorial y el impacto social de sus empresas en las Islas Canarias, especialmente en Lanzarote, y en la que yo también aporto mi granito de arena.

La primera mesa redonda en la que participé estaba compuesta por Federico Romero que es el presidente de la Fundación Líneas Romero; Koldo Eguren, empresario turístico y bodeguero, que ha desarrollado escuelas para niños con dislexia; y Katy Martínez, presidenta de la Fundación Martínez Hermanos. La moderadora fue Bisila Bokoko que es una empresaria, conferenciante internacional y filántropa. Y el cierre corrió a cargo de Cipri Quintas que es un empresario, inversor, conferenciante y autor de “El libro del networking”. La mesa redonda trataba sobre Responsabilidad Social, Innovación y Turismo desde las personas y el corazón.

Después de oír a los diferentes ponentes y contertulios, me reafirmo en que integrar la responsabilidad social (RS) en la estrategia empresarial es imprescindible, una toma de conciencia fundamental para hacer convivir el negocio, en este caso el turismo, y el cuidado de la sociedad e impacto en el medio ambiente, un impulso sostenible y sensato hacia importantes oportunidades de innovación y crecimiento.

Hoy en día, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o empresarial es una opción necesaria, imprescindible y estratégica, capaz de apoyar el crecimiento y garantizar el desarrollo de cualquier actividad empresarial, operando con respecto a las cuestiones medioambientales y con el contexto social en el que están inmersas.

Como se indica en la definición emitida por la Unión Europea, de hecho, la responsabilidad social se refiere a «la responsabilidad de las empresas por los impactos que tienen en la sociedad». Una sociedad poblada a todos los niveles por las partes interesadas -desde los socios comerciales hasta los consumidores, pasando por los empleados y las instituciones- que son cada vez más conscientes y sensibles a los planteamientos sostenibles de las empresas y a la atención prestada al medio ambiente y a la sociedad.

Perseguir la responsabilidad social de las empresas significa hacer y dirigir sus elecciones operando en dos niveles distintos, pero igualmente importantes. Por un lado, la empresa debe trabajar ética y correctamente a nivel interno para garantizar la seguridad, la salud y la igualdad de oportunidades de su personal. A nivel externo, en cambio, el enfoque de la RSC se centra en las cuestiones medioambientales y sociales, encontrando un valioso aliado en la comunicación con las partes interesadas, que debe ser siempre transparente, coherente y honesta.

Estamos en un buen camino. La urgencia de esta cuestión está cada vez más en el punto de mira de la sociedad y de las empresas. En particular, se reconocen las oportunidades de mejorar el mundo con nuevas innovaciones y un estilo de vida sostenible, y de permitir a las generaciones futuras vivir una vida que merezca la pena. 

La sostenibilidad también es ampliamente aceptada y apreciada por los consumidores debido a los productos sostenibles que se ofrecen para sus necesidades diarias. Básicamente, las empresas habrán entendido la sostenibilidad ecológica, social y económica como un bien holístico y la habrán establecido en su gestión empresarial y de marca.

El evento se organizó coincidiendo con la celebración del consejo asesor de la Fundación que se reúne anualmente para planificar e impulsar los proyectos de la fundación, y que en este 2022 se ha impulsado la formación de grupos en riesgo de exclusión social.

 He puesto cifras a la necesidad por parte de las empresas de apostar por la inserción de grupos vulnerables, siendo cerca de cuatro millones y medio de personas en España sufren algún tipo de discapacidad o dependencia que les hace necesitar el cuidado de otra persona, y son compradores que premian cuando una empresa incorpora en su forma de tratar la integración y el respeto.

Un total de 7 proyectos sociales contarán con el apoyo de más de 150.000 euros de la Fundación Martínez, en Deporte inclusivo, formación en Tecnología, agricultura ecológica, ámbito sanitario y programas de ayuda social que beneficiará a más de 3.000 personas. El objetivo de estos planes está encaminado a desarrollar proyectos de formación profesional, fomentar el deporte inclusivo, mejorar la salud de las personas y reducir la brecha digital, que permiten crear una sociedad más creativa, sostenible e inclusiva.

Esta vez, el fuego: Arde España

Las escenas que se han visto por televisión son devastadoras. Las llamas han ido arrasando todo lo que encontraban a su paso. Y esta vez me ha tocado de cerca: la sierra de la Culebra, en la provincia de Zamora, cerca de mi pueblo natal. 

La ola de calor que asola España desde hace una semana ha contribuido al desencadenamiento de virulentos incendios forestales a lo largo y ancho de su geografía. En estos momentos la situación en muy preocupante en Zamora y Navarra, además de en Cataluña y Aragón, con varios frentes activos.

El incendio de la Sierra de la Culebra (Zamora) según los últimos datos oficiales de la Junta de Castilla y León, se extendió al valle del Tera y calcinó unas 30.000 hectáreas, traspasando los límites de la reserva de caza. El fuego cruzó la carretera Nacional 631 y la vía del AVE, por lo que se vio afectada la circulación de todos los trenes que circulaban entre Madrid y Galicia en ambos sentidos. Este incendio ha superado al incendio de Navalacruz (Ávila) del pasado año y que, hasta el momento, era el más virulento de la historia en la Comunidad.

El descontrol fue provocando reacciones políticas a lo largo de las horas inmediatas al incendio. El presidente de la Diputación de Zamora, Francisco José Requejo, dijo en su cuenta de Twitter: «Junta, faltan efectivos. Haced algo de una vez, se nos quema la provincia».

A su vez, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, transmitió esa noche al presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, la ayuda del Ejecutivo nacional para luchar contra el incendio.

«He hablado con el presidente Fernández Mañueco y le he transmitido que el Gobierno de España va a seguir ayudando a Castilla y León con todos los medios a nuestra disposición para combatir el terrible incendio de la Sierra de la Culebra, Zamora», comunicó Sánchez en Twitter.

Todo un desconcierto, un descontrol y, sobre todo, una falta de previsión que no tiene calificativo posible, ya que despropósito queda muy corto. 

Faltan políticas que tengan en cuenta la prevención de los incendios en nuestro país. Faltan políticas realistas que tengan en cuenta el cambio climático ya que se nos muere el planeta. Y existen soluciones, esto es lo que más indigna, que, existiendo soluciones, no se esté a la altura de aplicarlas.

También se conocen las soluciones para responder a este aumento del riesgo de incendio, anunciado en los años 80: es necesario desarrollar prioritariamente una política de prevención, es decir, defender los bosques contra los incendios para cada macizo forestal. Es lo que se conoce como defensa de los bosques contra el fuego.

Sin eliminar los riesgos (no existe el riesgo cero), esta política de prevención tiene el efecto de limitar y controlar su impacto y, en consecuencia, hacer más eficaz la intervención de los bomberos. Sin embargo, es necesario decidir su aplicación y financiación.

Todos los servicios ecosistémicos que proporcionan los bosques, las funciones económicas, medioambientales y sociales que desempeñan, deberían justificar fácilmente esta financiación, aunque solo sea por el almacenamiento de carbono, como regulador del clima.

Proteger los bosques contra los riesgos es una necesidad vital para el planeta y, por tanto, para todos nosotros; además, es una inversión rentable desde el punto de vista medioambiental, económico y social.

Si hay 20.000 bomberos y 5.500 agentes forestales en España, pero luego faltan medios, organización y planificación de su trabajo, significa que todos los responsables, tanto políticos (por la falta de reformas) como administrativos (por la incapacidad manifiesta que provoca daños incalculables, tanto económicos como medioambientales), no pueden estar en esos cargos públicos. Por lo tanto, la responsabilidad debe ser identificada por aclamación popular no en las filas de los políticos, sino también en las de la burocracia. En el mundo civilizado, estos costosos fracasos son una gigantesca responsabilidad política, por la que los ciudadanos deben exigir responsabilidades. La política y la burocracia deberían pagar por este desastre.

Si hay una industria que no funciona, si hay objetivos que no se cumplen o ineficiencias evidentes para el empresario, es decir, el ciudadano, el responsable debe pagar. En Irlanda, no en Marte, un ministro, un senador y el comisario europeo de Comercio (un papel muy importante) tuvieron que dimitir por la presión popular, no por robar o ser corruptos, sino por asistir a una cena con 80 personas en un club de golf, violando las normas anticorrupción que deben respetar los ciudadanos. 

Cuando pienso que hay que desplegar recursos en planes gigantescos de prevención, protección y seguridad del territorio, empleando a cientos de miles de ciudadanos, estamos hablando de cosas concretas que pueden ayudar al país a cambiar de ritmo y a construir una conciencia colectiva, para que el ciudadano individual se convierta en el guardián de su territorio, algo que siempre ha faltado en nuestro país. Una ciudadanía atenta, exigente e intransigente produce una clase política y burocrática (que es el verdadero poder que dirige las cosas, pero que elude totalmente el escrutinio y la opinión pública) eficiente y responsable. Una ciudadanía que piensa en su propio jardincito y le importa un bledo lo que es público y colectivo produce la clase dirigente que tenemos. 

Sin embargo, la «guerra contra el fuego» ofrece un espectáculo completamente diferente, mucho más televisado, con sus soldados de fuego, sus combatientes en tierra, en el aire y sus víctimas, y por tanto más mediático políticamente… mientras que la prevención significa ganar sin batalla y es mucho más discreto.

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