“No necesitas una experiencia límite para transformar tu vida”: aprendizajes de una segunda oportunidad 

Transformar tu vida no siempre requiere una experiencia límite. A veces basta con detenerse, mirar hacia adentro… y tomar una decisión consciente.

No suelo hablar de esto. Es algo muy personal, muy mío. Pero hoy siento que es el momento de compartirlo. A veces, lo más íntimo es también lo más transformador, y quizá al ponerlo en palabras pueda servirle a alguien más.  

En 1997 viví uno de los momentos más duros —y también más reveladores— de mi vida. Un accidente grave me llevó al borde de la muerte. Estuve diez semanas en coma. Los médicos no sabían si saldría adelante. Mi familia se aferraba a la esperanza, mientras yo, en algún lugar sin tiempo ni forma, simplemente… existía. 

Lo he compartido en algunos programas de televisión como Camino Interior de TVE (puedes verlo aquí: https://play.rtve.es/v/6683800/ ) y en algunas entrevistas. 

Cuando finalmente desperté, todo era diferente. Nada a mi alrededor había cambiado, aunque yo ya no era el mismo.  

Volver a la vida no fue épico ni triunfal. Fue lento, frágil, lleno de incertidumbre. Cada movimiento, cada palabra, cada recuerdo… había que recuperarlo como quien reconstruye una casa desde los cimientos. Pero en medio de todo eso, sentí con una claridad abrumadora que la vida me estaba dando una segunda oportunidad. Y supe que no podía desaprovecharla. 

Hasta entonces, había vivido con intensidad, aunque no era consciente al 100%. Estaba muy centrado en el trabajo, casi siempre en modo automático. Emprendedor incansable, sí, pero también atrapado en la velocidad del hacer constante. Despertar del coma me obligó a parar. A mirar hacia adentro. A preguntarme si estaba viviendo de verdad… o simplemente sobreviviendo. 

A partir de ahí todo cambió.  

Empecé a trabajar en proyectos que tuvieran alma. Iniciativas que mejoraran la vida de las personas que se encontraban en situaciones como las que yo acababa de vivir.  Quise aportar. Quise estar más presente.  

Fundé Vivofácil (antes Alares). Ya no se trataba solo de crecer, sino de contribuir. De cuidar. De hacer que la vida —la mía y la de otros— tuviera un poco más de sentido. 

También aprendí que fluir no es rendirse. Es confiar. La vida no siempre sigue el guion que planeamos, y eso está bien. A veces, cuando soltamos el control, aparece algo inesperado… y mejor. Desde entonces, confío más en el proceso, en las pausas, en los giros del camino. Porque incluso los momentos más duros pueden abrir puertas que nunca imaginaste. 

Hoy valoro cosas que antes pasaban desapercibidas: una conversación auténtica, una risa compartida, un amanecer en silencio. No necesito grandes gestos para sentir plenitud.  

Y por eso escribo este post. Porque si estás leyendo esto, quiero que sepas algo: no necesitas una experiencia límite para despertar. No hace falta que la vida te sacuda para empezar a vivirla con conciencia.  

Puedes hacerlo ahora.  

Cada día es una nueva oportunidad. Suena a tópico, pero la realidad es que cada segundo de nuestra de vida tenemos la oportunidad de transformarla con un pequeño gesto.  

Yo tuve que pasar por una experiencia límite para comenzar a transformar mi vida, pero si estoy escribiendo esto hoy, es para que tú no esperes a pasar por algo parecido. Esta es tu señal.  

¡Despierta! La vida es hoy. 

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